11 jun 2007

La empresa cultural

Según la enciclopedia Wikipedia, la cultura “es el conjunto de todas las formas de vida y expresiones de una sociedad determinada. Como tal, incluye costumbres, prácticas, códigos, normas y reglas de la manera de ser, vestirse, religión, rituales, normas de comportamiento y sistemas de creencias. Desde otro punto de vista, podríamos decir que la cultura es toda la información y habilidades que posee el ser humano”.
¿Qué entiende el sistema por industria cultural? Sustancialmente al conjunto de procesos de creación, difusión y distribución de contenidos culturales encaminados al entretenimiento, al consumo y a la ocupación del tiempo libre; sólo se plantea lucrarse con la materia prima emocional de los ciudadanos, vistos éstos como meros consumidores. Desafortunadamente, esta forma de ver y emplear lo cultural es el uso que habitualmente se hace desde todos los ámbitos sociales, debido la pérdida generalizada de perspectiva y a los intereses de las instituciones y las corporaciones empresariales.
Sin embargo, entre la gente, persiste la idea generalizada de que todo lo cultural pertenece a un estadio alejado de la especulación comercial, de los negocios, algo en estado puro. Pero la pintura, la fotografía, la música, la danza, la poesía, el teatro y demás manifestaciones artísticas, son creadas por personas con las mismas necesidades que las demás: tienen que comer, necesitan una vivienda.
Toda la caterva de creadores se las ve y se las desea no sólo para crear, que es su oficio, sino para sobrevivir, que es la necesidad de todos. En este panorama subyace una industria cultural ‘sumergida’ de la que salen beneficiados avispados empresarios, políticos desinformados y pseudoartistas que campean a sus anchas entre despachos, caterings y subvenciones.
La cultura es una fuente de riqueza a la que no se le presta la atención requerida, es un sector que está desestructurado y ‘funcionarizado’, que necesita organizarse, no sólo por motivos económicos, sino porque es la base fundamental —huérfanos como estamos— de un futuro emocionalmente rico.
Cuanto más sólida y extensa sea la cadena de producción cultural, mayor riqueza económica y emocional estaremos creando y, por tanto, mayor cultura que, unida al sector de la comunicación y las nuevas tecnologías, constituirán importantes referencias culturales y económicas de la Extremadura que viene.
La gestión política en la región ha generado unas expectativas e infraestructuras que es necesario aprovechar desde otras prespectivas que no sean exclusivamente las de la mirada política. La sociedad civil tiene que tomar la palabra y las decisiones que le permitan mantener el rumbo y la iniciativa en la industria cultural.
El futuro de Mérida pasa necesariamente por el desarrollo de una industria cultural moderna, creativa e independiente, paralela al despliegue de estrategias innovadoras del desarrollo económico de la ciudad.
Es necesario apostar por el compromiso, por la calidad sobre la banalización, por el pensamiento crítico, sin renunciar al buen entretenimiento, porque todo ello nos hará profundizar en el desarrollo personal, social y económico, en el comportamiento democrático y en el disfrute.
Hay que impulsar inicativas empresariales que promuevan una cambio sociocultural mediante la creación de riqueza desde el ámbito de la cultura, desde la industria cultural. La nueva corporación socialista de Mérida debería convertirse en un agente activo y catalizador entre la sociedad civil, los profesionales y las empresas, así como en mediador eficaz con el resto de las administraciones en temas relacionados con dicha industria.
Entre todos hemos de crear y potenciar las condiciones necesarias para que aflore en Mérida un tejido cultural que atraiga a creadores y a consumidores. Nuestro futuro económico está íntimamente ligado al desarrollo cultural y a la industria derivada del mismo.
Desde el nuevo gobierno urge la creación de un centro de las artes y la escena que refleje una filosofía diferente de potenciar la cultura, un centro marcado por la calidad, la modernidad y la coherencia que sirva para catalizar las diferentes sinergias que se produzcan como consecuencia de su existencia. Rehabilitar el María Luisa desde esta perspectiva, convertir el Centro Cultural Alcazaba en un gran centro de documentación, conservación, promoción y dinamización del libro y la lectura e integrar la Sala Trajano en este circuito sentaría las bases para que Mérida empiece a respirar cultura por los cuatro costados y para la reactivación de la deseada industria cultural. ¿Se atreven?